miércoles, 24 de octubre de 2012

Una historia de amor que no fue...

Esa tarde, en el bosque, en el que tantas veces habían compartido sus sonrisas, escritos, pensamientos y silencios, así como sus besos, caricias y abrazos, él no tuvo más remedio que sacar su papel arrugado donde tenía el borrador de la carta que pensaba entregarle a su musa. De no ser así, ella jamás habría creído semejante coincidencia...

Porque parecía increíble que dos personas estuvieran la noche anterior, en sus respectivos dormitorios, tratando de ponerle un nombre a eso que estaban sintiendo...ella llevaba un poema de Neruda, y un escrito donde la conclusión final era que un Te quiero no contenía lo que ella sentía por él, y que un Te amo sí. Él, comenzaba su carta con un Te Amo, y una serie de explicaciones en demasía parecidas a las de ella...

Era cierto, era amor, un amor de jóvenes, apasionado, intenso, y con una compatibilidad que rayaba en lo mágico, que iba más allá del cuerpo y se incrustaba en sus mentes, en las ideologías que profesaban, en lo que criticaban, pero sobre todo, en lo que disfrutaban...en lo que añoraban...en lo que soñaban...

Era tan hermoso que dolía...a él, porque semejante amor siendo tan joven le asustaba, asustaba ese sentir de que era por siempre...a ella, porque sabía que su amante era más libérrimo que ella, y que tarde o temprano volaría más alto que ella, o hacia otra dirección...

¿Pero qué otro remedio existe cuando se está enamorado? No queda otro, sólo el vivirlo, el saciarse del otro, así que eso hicieron, vivieron con tanta intensidad un mundo de estrellas, besos, flores, abrazos...un mundo en el que sólo existían ellos dos...sin miedo, sin límite, sin otros...

Pero el día llegó, el libérrimo sintió que tenía que apartarse, y lo hizo, y ella sintió el dolor más desgarrador de toda su vida...sabía que llegaría pero no pudo prepararse...no pudo tomar prevenciones. Ella, sólo amó, amó como nunca, y tomó de ese, su amante, alma gemela, todo lo que pudo tomar...por eso cuando él la dejó ella no reprochó, no discutió, sólo asintió. En el fondo sentía que él siempre la acompañaría, en su alma, en su corazón, en sus sueños, y que nunca, nunca podrían borrar, ni él ni ella, esa tarde en el bosque en que sin saberlo, los dos trajeron un papel en el que proclamaron su amor con las mismas palabras...


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