Los hombres son de Marte y las mujeres...¿de dónde?

 Obra: Hombre y Mujer, Fernando Botero

¿Cómo es que el existencialismo y la complejidad de la mujer pueden hacerse compatible con la simplicidad del hombre en una relación?

Puede que en estas reflexiones caiga en estereotipos de género, pero me permito hacerlo por las aproximaciones cada vez más frecuentes que encuentro sobre el tema en mi entorno inmediato, literatura al respecto y demás.

Por lo general, las mujeres somos seres que dedicamos buena parte de nuestro tiempo a pensar y re-pensar muchos escenarios posibles alrededor de un hecho, e incluso podemos pasar de la alegría a la profunda tristeza sólo imaginándonos cosas que no han pasado pero que podrían pasar. Esta característica puede ser un valioso instrumento para nuestro desempeño laboral, porque bien encauzado derivaría en planeaciones ajustadas a la realidad producto de su exhaustivo análisis, pero normalmente, en la cotidianidad,  nos hace perdernos de la alegría del momento y hasta generar tormentas en nuestras relaciones, aún sin fundamentos de hecho.

Queremos ser escuchadas, amadas, acariciadas y comprendidas por los demás y nos parece que la ternura es parte fundamental de las relaciones, así como la construcción permanente del amor, con detalles, palabras y hechos contundentes.

Por otra parte se encuentra el hombre, del cual por supuesto hablaré desde mi percepción de mujer – lo cual puede generarles desventaja en este artículo, mea culpa-.

El hombre es un ser básico, práctico y basado en la aplicabilidad de todo cuanto le rodea. Incluso en las relaciones pareciera limitarse a hacer lo que de antemano sabe que va a derivar en algo provechoso para él. Una vez que obtiene lo que desea, ya no encuentra razón para preocuparse por conservarlo. Pocas cosas le generan conflictos interiores y si llega a tenerlos, pareciera tener un chip que lo programara constantemente para llegar a la típica pregunta: ¿pero cuál es el problema?

No ventila sus problemas, se preocupa más por la tecnología y el trabajo que por las relaciones afectivas y los problemas sociales y no se atormenta con preocupaciones amorosas.

Me pregunto:

Mujeres: ¿Nos pasamos de sensibilidad?

Hombres: ¿Carecen de ella?

¿O todo esto que describo es parte de nuestra programación cultural? ¿Esa que a pesar de los procesos de reivindicación y liberación femenina nos sigue reforzando que los hombres no deben llorar ni sufrir por una mujer (me atrevo a decir que se les llega a exhortar a no enamorarse) y que las mujeres sí, nacimos para sufrir y sufrir?

No lo sé, pero a veces veo tan difícil que hombre y mujer podamos “encajar” que se me ocurre que tal vez algunas personas recurren a buscar relaciones afectivas con personas del mismo sexo buscando la comprensión que no encuentran en las relaciones heterosexuales.

Sólo sé que, aunque ese “ponerse en los zapatos del otro” es tan fácil de decir y tan difícil de aplicar, es el único camino viable que vislumbro para tener relaciones entre hombre y mujer exitosas, bien sean laborales, amorosas o amistosas.

Respeto por el otro, comprensión, equilibrio, compromiso, y un poquito de relax.

Quiero creer que hombres y mujeres somos ante todo miembros de una misma especie, y que como tal, somos capaces de amar y ser amados con la misma magnitud…y que lo demás, ocurrió en el camino y siempre se puede revertir…