Para que la humanidad mejore…

A propósito de corrientes diferentes planteadas en este lugar, y a riesgo de parecer – y peor aún, ser – dogmática o mujer de convicciones – que para el efecto es lo mismo- , he querido plantear cuál es la vía en la que yo creo para que este mundo de desesperanzas mejore…


Y que quede claro que mi posición ha sido construida con lo que por mucho tiempo le escuché a mi mamá, lo que peleaba con mi papá, lo que obligada veía en el noticiero (de niña porque no me interesaba, hoy porque no me muestra la realidad), lo que vi en los corredores de la universidad, en clases de sociología, economía, filosofía, administración, geografía económica, lo que escuché en la nueva trova, en congresos de Trabajo social crítico y mil locuras más.

Algo que he comprendido con el tiempo y con todas estas influencias anteriormente planteadas es que quien se cree poseedor de la verdad se convierte en un ser incapaz de cambiar y por ende, se declarará escéptico frente a una transformación del mundo. Ese es el típico conformista que deja que la vida pase sin hacer un mínimo esfuerzo, porque según su lógica, no hay nada que se pueda hacer, y suele tener frases determinantes como “yo soy así”, “así es la vida”, entre otras peligrosas consignas. Y digo peligrosas porque seres con esos pensamientos son los que permiten que las injusticias y desequilibrios se perpetúen, son los que no mejoran su actitud frente a la madre tierra y sus seres vivientes porque “para qué van a cambiar, si el resto de la gente va a seguir igual”.

Así que, alejándome de esos deterministas, conformistas e irresponsables con el mundo y consigo mismos, procedo a plantear dos corrientes de ver la vida, una que está de moda, y otra con la que me identifico:

Digo que la primera está de moda, porque así como los jeans, los peinados y el concepto de belleza en general son cambiantes de acuerdo con ciertos cambios globales y uno que otro monopolio ahora tan globalizados, ocurre lo mismo en los modelos económicos y sus respectivos discursos de transformación social. Pues parece que lo que está de moda ahora es el lema individualista de que no es lo que ves lo que importa, sino cómo lo ves. Aquí van incluidas las famosas tendencias de superación personal, el secreto y su ley de atracción, entre otras. “Pídele al universo y se te concederá”. Hago una aclaración: una cosa es la energía interna y la buena vibra para tomar las cosas buenas de la vida, con lo cual estoy totalmente de acuerdo y de lo cual soy testigo, y otra muy diferente es propagar una visión de la vida que por un lado te hace un egoísta porque al fin y al cabo después que estés bien tú ¿qué importa lo demás? Y por otro lado y más grave e ingenuo aún, te hace pensar que tú nada tienes que ver con lo que pasa en el mundo, y que, en todo caso, a fuerza de desearlo, todo mejorará.

Pero, me pregunto: ¿qué pasa con las estructuras y los poderes que toman decisiones macroeconómicas y macropolíticas? A riesgo de equivocarme, me atrevo a señalar que esta gente de la nueva onda de la ley de atracción desconoce que dichas decisiones terminan metiéndose hasta en tu propia cama, y definen la calidad de vida que tendrás, las probabilidades de empleo digno, salud, educación y respeto que regirán tu vida. No porque yo desee el mejor de los empleos llegará, si el régimen implantado por los gobiernos sigue beneficiando cada vez más al capital que al trabajador. No porque yo lo desee las playas de mi hermosa región Caribe seguirán siendo azules, si el Gobierno colombiano sigue permitiendo que las empresas que extraen carbón lo transporten de semejante manera tan rudimentaria y maléfica para el medio ambiente y los pobladores del corredor de la Jagua (mina de carbón) hasta el puerto de Santa Marta. Lo quiera o no, el mar dentro de poco será gris y ninguna fuerza de atracción me traerá de vuelta esos hermosos colores marinos.

Y aquí entro en la segunda corriente, con la que me identifico, porque es precisamente cuando se acaba el poder de las buenas intenciones individuales, donde entran las acciones colectivas. Si lo miramos detenidamente, nacimos de la unión de un hombre y una mujer, crecimos bajo el cuidado (altruista o no) de una o varias personas, e indiscutiblemente, crecimos rodeados de personas, algunas con conexiones increíbles y productos mágicos. Lo que casi todos queremos es vivir en paz, es que nos respeten, y generalmente cuando hay carencia de paz y respeto (porque entre otras cosas deseamos que nos respeten pero no siempre respetamos) se generan reacciones violentas, intolerancias y desequilibrios sociales.

Esos desequilibrios sociales, producto de la codicia, la avaricia, los desajustes mentales, el afán de poder y otros males, han llevado a la humanidad a inequidades insoportables, a condiciones de pobreza, hambre e injusticias en extremo. Pero particularmente, a mi lo que más me agobia es la aceptación de esa inequidad. El capitalismo nos ha instalado un chip que nos dice que es necesaria la pobreza para que haya riqueza, para que se equilibre la balanza, y este principio va acompañado de que un pobre puede salir de pobre si se lo propone…yo tengo mis serias dudas al respecto.

Y como yo, en muchos momentos de mi existencia siento conexión con la humanidad y específicamente con los que padecen penurias producto de los desajustes sociales, no concibo que el secreto de la felicidad sea “limpiar el vidrio para que no se vea borroso lo que veo”. Para mí el inicio de la transformación debe partir de mi actitud frente a mí misma, al otro y a la madre tierra. Primero consigo mismo porque muchas veces hablamos de ecología y gastamos papel y vasos desechables como endemoniados, hablamos de equidad pero tener 10 casas, 4 carros y mucho, mucho dinero en el banco es a veces nuestra obsesión. Declaro que siento dolor por el otro pero como puedo pagar medicina prepagada, no hago nada por el que ante situaciones de enfermedad debe padecer en hospitales del Estado, sin medicinas, sin calidad humana y con personal desmotivado porque hace mil años no le pagan.

Confieso que muchas veces he sido una de esas, mea culpa. Muchas veces nos conformamos con conseguir lo propio, cuando oramos lo hacemos por nuestros familiares, pero no miramos al otro, al hermano que no ha comido no porque no quiera trabajar, sino porque no encuentra los medios para hacerlo.

Por eso creo que lo principal es llenarnos de amor por el otro. Si eso existe, hay medio camino recorrido. Si amamos, respetamos, pero también si amamos, haremos respetar nuestros derechos, los de toda la humanidad. Eso sólo se hace con conciencia colectiva. Eso se hace paso a paso, y no con pocas dificultades, porque en regímenes como los nuestros (los de los países subdesarrollados) se aprovechan de dos males que los que están el poder han sembrado: la ignorancia y el miedo, dos males que paralizan, que nos alejan de cuanto de humanidad tengamos…

Pero yo creo, creo que se puede sembrar amor, educación crítica y reivindicación de derechos. ¿Utópico? Tal vez ¿Iluso? no lo creo, porque quien es capaz de amar ( y de eso sobra en el mundo) es capaz de construir una mejor forma de vivir, en lo micro, en el hogar, en el barrio, en el trabajo, en su localidad. Todos somos vitales en ese proceso, y es un proceso que camina por el mundo, a pasos silenciosos pero agigantados. Mientras tanto, les aseguro que quien obre con amor, sentirá todo el efecto de la ley de atracción en su vida.